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¿Cómo la muerte se convirtió en Catrina?

Guadalupe Posada y Diego Rivera son las dos grandes mentes maestras detrás de este personaje, ícono de la cultura mexicana

Por Sebastián Zelaya

En 1873 se publicó por primera vez el grabado de un esqueleto sonriente ataviado a la usanza del siglo XIX con sombrero de plumas. Esta era una ilustración original del caricaturista y grabador José Guadalupe Posada que décadas después, ya en el siglo XX, con la Revolución y los movimientos nacionalistas encabezados por Diego Rivera de trasfondo, se convirtió en ‘la Catrina’ que conocemos hoy.

‘La calavera garbancera’ como la bautizó su creador, se concibió como una caricatura satírica que criticaba a la gente de clase trabajadora (que, entre otras cosas, vendía garbanzo) que pretendía ser como la sociedad porfiriana y los europeos, renegando su realidad indígena o al menos mestiza. Sobre estas personas, Posada comentaba: “en los huesos, pero con sombrero francés y plumas de avestruz” y la calavera vestida fue su interpretación.

José Guadalupe Posada

El grabado original mostraba solamente el cráneo de la calavera garbancera con su sombrero, sin cuerpo. En los 40, fue Diego Rivera quien, para el icónico mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, completó la imagen de la calavera: altísima y con el mismo sombrero que le había puesto Posada, pero con un vestido cuyo estilo no corresponde al de los vestidos franceses de la Belle Époque creados por casas como Worth o Doucet a finales del siglo XIX, como los que llevan las dos mujeres en el primer plano de la pintura. Los expertos especulan que se puede tratar de un diseño más cercano a los de Emilie Flöge, diseñadora de moda del movimiento de la Secesión de Viena de 1897, -del cual Klimt fue presidente- o de los diseños londinenses de Liberty & Co., prendas del ‘movimiento de vestimenta racional’, más cómodas y prácticas que las modas victorianas. Además, como un accesorio también acorde a la época, Diego le puso a la muerte a Quetzalcoatl como estola.

En cualquier caso, la interpretación genial de Diego Rivera representaba a la alta sociedad del México decimonónico: ‘Catrín’, como se le llamaba a los hombres bien vestidos y de buena pinta, fue el nombre que el artista eligió para su personaje y ese fue el que se quedó para la posteridad. ‘La Catrina’ de Posada y Rivera es pomposa y bien parecida.

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Casi tan importante como la Virgen de Guadalupe, hoy en día ‘La Catrina’ es un símbolo que representa la oscuridad y la ironía que caracterizan al humor mexicano, y la relación cercana de nuestra cultura con las ideas de la muerte. José Guadalupe Posada creó una caricatura que, para él, no sería más que otra brillante sátira como las que el público mexicano ya conocía y esperaba, pero la sutileza de su gran talento -y del de Diego Rivera-  creó un ícono nacional que ahora adoramos, que sentimos como nuestro, que nos simpatiza con lo tenebroso de la muerte y que nos encanta presumir por el mundo.