La visa de la creatividad

Los estudios lo comprueban: relacionarte con gente de otras culturas aumenta y estimula tu creatividad

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Por Sebastián Zelaya

Hace años, la gran científica polaca Marie Curie conoció a su esposo Pierre -un francés- mientras ella estudiaba en París: el fruto de la relación fue descubrir un elemento juntos y ser dos de los más grandes científicos del mundo. Por su parte, Steve Jobs le dió un gran giro a su vida cuando su amigo Kobun Otogawa lo introdujo al budismo zen en sus interacciones cotidianas. Tiempo después, Jobs retomó la simplicidad del budismo para diseñar los productos de Apple con esa filosofía. No hace falta decir que el resultado fue increíble.

Pierre y Marie Curie.

Pierre y Marie Curie.

Uno de los mejores ejemplos recientes de colaboraciones interculturales fue la del equipo creativo de Google en Tokio -con gente de Japón y extranjeros- con la empresa Dentsu -en la que solamente trabajan japoneses nativos-. Uniendo las mentes japonesas con las foráneas, diseñaron una campaña publicitaria para una app que enseña programación a los niños. El éxito fue tan grande que hasta el gobierno lo notó: la programación pronto será parte del currículum básico de la educación pública japonesa.  

Anécdotas reales de este tipo inspiraron a la Universidad de Columbia en Nueva York para investigar el efecto de las relaciones interculturales en la creatividad. El experimento, que no se centró solamente en relaciones de pareja, investigó a estudiantes de maestría, empleados y gente que hubiera vuelto a Estados Unidos luego de trabajar en otro país. El criterio para el grupo de estudio era que todos hubieran pasado periodos largos viviendo en Estados Unidos, haber trabajado en otros países o haber tenido parejas sentimentales de otras culturas.

El estudio arrojó que mantener relaciones cercanas con personas de culturas extranjeras ayuda a la gente a salir de las mentalidades comunes y a entrar a estados mentales mucho más creativos y versátiles.

Es verdad que dos cabezas piensan mejor que una, pero cuando a la ecuación se suma la diversidad de dos culturas con tradiciones, idiosincrasias, creencias y hasta humores diferentes, la creatividad, en verdad, no tiene límites.