Félix y del Río son sinónimos del máximo glamour que ha conocido el país y fueron internacionalmente reconocidas por sus películas. Esta es la historia del estilo de Dolores y María
Por Sebastián Zelaya
Durante los 30 el cine europeo tuvo como sus más grandes estrellas a Greta Garbo y a Marlene Dietrich, dos actrices que tuvieron el sello de una femineidad marcadamente masculina y dura que concordaba con la atmósfera general de los 30, más seria y dignificada que la de los 20 porque anunciaba una depresión económica y una Segunda Guerra Mundial.
Unos quince años después, con la película de ‘Doña Bárbara’, adaptación de la novela de Rómulo Gallegos, María Félix creó un personaje que se convertiría en su propia identidad, que la acompañaría el resto de su carrera y que marcaría su estilo: con una agresividad histriónica, ‘La Doña’ respondió al estilo masculinizado de femineidad que había sido importante en Europa, pero que, rezagada, apenas llegaba a México.
Por su parte, Dolores del Río disfrutó de un éxito rotundo durante los 20 y los 30, trabajando en Hollywood (fue la primera mujer latinoamericana en triunfar ahí), pues representaba una belleza latina y cosmopolita que en esa época sólo Rudolf Valentino aportaba al cine. Pero en 1943 decidió volver a México ante el declive de su carrera en Hollywood y el apogeo de la época dorada del cine mexicano. La mayoría de los papeles de Dolores en México eran de mujeres sufridas, humildes y muchas veces indígenas. La actriz se convirtió en un ícono de mujer mexicana femenina, dulce y resignada, la antítesis de lo que ya era María Félix.
Su trabajo como actrices impuso en ellas arquetipos importantes para la sociedad mexicana que influenciaron sus estilos al vestir: Después de Doña Bárbara, su primera película, María se alejó del estilo coqueto y mexicanizado de Armando Valdés Peza al que se había acostumbrado luego de filmar ‘El peñón de las ánimas’ (Zacarías, 1943), y comenzó a llevar atuendos mucho más provocadores y excéntricos que finalmente se tradujeron en Alta Costura Parisina (sin mencionar su espectacular colección de joyas); solamente Dior, Chanel, Valentino y Cartier estuvieron a la altura del estilo de ‘La Doña’.
Por su parte, Dolores del Río, aunque con una belleza como la de Félix, poseía una elegancia y sobriedad natural. Aún después de volver a México, el glamour sofisticado que había aprendido en Hollywood continuó, pero, a diferencia del personaje de María Félix que se volvía más acaudalado y extravagante, la discreción de la actriz hidalguense, en mancuerna con sus papeles, le sentó muy bien al público mexicano por dar al mismo tiempo algo a qué aspirar, pero con lo que aún se pudieran identificar. Dolores llegó a usar vestidos de diseñadores como Óscar de la Renta.
Más allá de sus gustos particulares, el estilo de las dos estrellas se vio influenciado por su trabajo y los roles que cada una cumplió ante los ojos de los mexicanos. Ambas tenían un sentido europeo de la moda, pero jamás perdieron la esencia nacional que las distinguía en el extranjero.
Al final de su carrera Dolores del Río ayudó a fundar el Festival Cervantino de Guanajuato y se dedicó a ayudar a mujeres y niñas artistas; María Félix se casó alguna vez más y se dedicó a vivir la vida entre París y México como la diva que fue antes. Dolores y María eran mujeres diametralmente distintas, pero también son dos excepciones en la historia de la moda del país convertidas en íconos inconfundiblemente mexicanos de la moda internacional.