Con el mundo al brazo: una breve historia del bolso de mano

Antes de Fendi, Céline y Prada hubo una historia de funcionalidad que creó a la bolsa del mundo moderno

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Por Sebastián Zelaya

Cuando las prendas aún no contaban con la tecnología de un bolsillo, las personas del mundo tuvieron que idear un accesorio en donde guardar sus cosas: el bolso. Por el trabajo de los hombres y de las mujeres respectivamente en esos tiempos, solamente ellos las usaban.

Los bolsos eran un accesorio que, durante muchos siglos, no eran objetos decorativos en sí, pues eran instrumentos 100% funcionales. Durante los siglos XVII y XVIII, se creó una especie de bolsillo que se colgaba de la cintura y se llevaba dentro de las enaguas y faldas, por lo que estaba completamente oculto.

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En el siglo XIX, el estilo imperio vio vestidos tan rectos y cercanos al cuerpo que no se podía llevar nada debajo, y se tuvieron que diseñar bolsos pequeños que se sostuvieran en una mano. A este ‘bolso’ se le llamaba ‘reticule’ en francés (y luego ‘ridículo’ en español), y es el primer antecedente real de las bolsas. Después, con el principio de los viajes en automóvil, en barcos transatlánticos y en trenes, se inventó el equipaje de mano más práctico y funcional (gracias a Louis Vuitton), cuadrada y con un asa. La practicidad de esta idea y las nuevas necesidades de la gente -particularmente de las mujeres- hizo que evolucionara al prototipo de bolsas que conocemos hoy en día: pequeña, de forma prácticamente rectangular y con un asa superior.

Reticule.

Reticule.

El XX fue el siglo de la bolsa porque, desde el final de la segunda guerra, la vida de las mujeres salió a las calles y cada vez se volvió más necesario tener un lugar en donde guardar sus pertenencias. Además, desde los 80, con la explosión del branding en firmas como Versace y Gucci, los bolsos de mano se convirtieron en los objetos perfectos de promoción de marca que podían traerles muchísimo dinero al ser más accesibles que su prêt-à-porter, y entonces comenzó la locura mundial por las bolsas -sobre todo las de diseñador-.

Hoy en día, las hay en muchísimos materiales, estilos y tamaños, y las fabrican desde las casas de Alta Costura hasta las de fast-fashion; algunas se han vuelto icónicas como las clásicas de Hermès.

Aunque en las últimas décadas la tecnología ha inutilizado muchas cosas, el investigador Gustavo Prado comenta: “mientras la gente tenga objetos pequeños de vanidad o de utilidad que tengan que llevar con ellas a todos lados, su popularidad nunca se va a acabar. La bolsa de mano perdura.”

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Así es la historia de los bolsos, un accesorio con la que millones de personas no pueden vivir y que las acompañan en su vida todos los días. Solemos darlo por hecho, pero muchos inventos con los que convivimos surgen meramente como soluciones rápidas a necesidades y se desarrollan a partir de eso para crear objetos de belleza y estilo que luego se vuelven indispensables.  

En DMX32 nos encanta recordar las historias que han formado la industria de la moda porque son éstas las que inspiran al presente y al futuro para diseñar más y mejor.