Pantone declaró al violeta como el color del año y hay mucho que decir acerca de él. Acompáñanos a descubrirlo
Entre el azul visible y el ultravioleta existe un tono muy específico que parece morado, pero no lo es: es la onda de luz más corta que puede percibir el ojo humano y se llama violeta.
Desde la época clásica se le asocia con la realeza, la majestuosidad y el poder. Los emperadores romanos llevaban togas de este tono, y en el medievo los obispos y catedráticos lo comenzaron a usar también. La Virgen María se pintaba con un manto violeta hasta que se descubrió el ultramar de lapislázuli. En la pintura china, el color violeta representaba la armonía del universo: la combinación perfecta del rojo con el azul –el yin y yang-.
En general, el violeta es el color que el mundo occidental más asocia con la extravagancia y la artificialidad.
En el arte
Durante el siglo XIX, el violeta se producía con un pigmento sacado del arsénico que era increíblemente tóxico. Eso no evitó que pintores como Delacroix, Van Gogh, Monet y Seurat lo utilizaran con frecuencia en sus pinturas. El violeta de cobalto era resistente a la luz y daba un tono saturado que encantaba a los artistas.
Púrpura de Perkin: el violeta se democratiza
A mediados del siglo XIX, sólo la reina Victoria de Inglaterra o la emperatriz Eugenia de Montijo -esposa de Napoleón III- podían llevar un tono similar al violeta. Era un tinte costoso que se sacaba del caracol marino (similar al que se usa en Oaxaca para teñir lana artesanalmente).
En la misma época, un inglés de 15 años llamado William Henry Perkin, buscando crear una medicina, por accidente produjo un color púrpura intenso. A los 18 años de edad lo patentó como anilina morada o malveína, conocido como “púrpura de Perkin”. Con la influencia de sus majestades y de la sociedad que lo favorecía como un tono de “medio luto”, menos sombrío que el negro, pronto todas las prendas de seda y algodón comenzaron a teñirse: Perkin se volvió millonario antes de cumplir los 20; había fundado la industria de los tintes de anilina y había regalado al mundo la brillante democracia de los colorantes sintéticos.
No nos sorprende que en el siglo XXI la autoridad internacional en colores elija al violeta como el tono del año. Es el color de las amatistas y de las flores que le dieron su nombre, del individualismo y de la excentricidad, el color de la diversidad, el alma del 2018.